Hoy están más grises mis ojos, ha muerto un escritor de los míos, uno de esos escritores que se convirtieron en parte de mis locuras como editor. Ha muerto José María Carrascosa. He sentido su voz mientras leía —algunos años después— su "Tiempo de hombre". Dardos certeros sobre mi estómago me han hecho recordarle y añorar nuestras conversaciones. José María, tu Tiempo de hombre no acaba aquí, se mantiene vivo en tus páginas, que quedarán con nosotros para recordar tus
tiempos nuevos.
Un beso para Faustina, Fernando, Antonio, Emilia y Rocío
YO, EL BUEN JOSÉ MARÍA,
un pobre hombre, como me dijeron,
llevo un canto en los labios
y una sed como un mar entre los ojos.
El buen José María...
Un pobre hombre
-Hombre en lejanía
por las estrictas calles,
enterrando el amor...
-Siempre un ir y venir, que da lo mismo-.
Mis pasos son exactos.
Mi palabra a los hombres es sincera.
Mi ademán es correcto,
resumiendo distancias...
Mi yo, siempre,
abriéndose a la tarde y a los hombres...
Y dentro de este cuerpo
-este cuerpo del buen José María,
del pobre hombre, como me dijeron-,
el grito de la noche en las fronteras.
Quizás el ser un hombre
sea preparar un remoto dolor
y una silente muerte...
Y, quizás, si la cosa es así,
el ser de un pobre hombre
se sepa solitario:
El ser de un pobre hombre es casi nada.
Un hombre entre los hombres...
Casi nada:
un canto entre los labios,
y una palabra destrozada en los dientes
para evitar que salga...
¡Los hombres...!
Y entre los hombres,
yo, el buen José María,
el pobre hombre.