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sábado, 30 de julio de 2011

Cambio de prisión

Niños y niñas felices


 ¡Ya lo creo que compadezco al delincuente! Lo sabía desde siempre, pero ayer, cuando aquí, a la puerta de mi casa,  el despliegue policial  para el transporte de presos  era  impresionante, me sentí especialmente afectada. 
Dentro de mi coche observaba, al tiempo que mis reflexiones y también  mis lágrimas me asfixiaban en un vaivén  de pensamientos, cuya dirección no era otra que la de aquel alumno, adolescente él,  que pasó un mes en el aula de uno de mis muchos destinos. ¡Tan sólo un mes!, porque la mala pata de una gripe me ausentó de mi trabajo. Cuando regresé ya no estaba: había sido expulsado. Padres permisivos y despreocupados, maestros que sólo tuvieron para él palabras de reproches y  rincones de castigo, calle que lo contaminó del ambiente fácil de la delincuencia  y sociedad que lo anatematizó y condenó a la pena máxima para un joven: privación de libertad e internamiento en no sé qué cárcel de España.
El primer sonajero y el hisopo final se parecen  demasiado - Gómez de la Serna-.
Sí, los primeros años de un niño -yo también lo digo- son definitivos para el resto de su existencia, porque la naturaleza humana es idéntica para todos; la diferencia está en la educación, y aquel chaval, torrente de feroz adolescencia, era, cuando lo conocí, herida sin drenar, agujero negro, por donde, no obstante, un rayo de esperanza oteaba por el universo de su mirada, mezcla de picardía y ternura.
Y mis lágrimas, al recordarlo, era, son, como una incesante súplica: No, él no precisaba coches blindados, ni esposas, ni grilletes... Él sólo hubiera necesitado, y puede que aún lo siga necesitando, un poco de amor. En esta noche de luna llena, donde con tantos amigos me conjuro, él sigue siendo presencia viva en mis pensamientos. Mañana esta cárcel estará vacía y presta para ser convertida en solar.
No pido para mí, al menos por esta noche, riquezas, ni amor, ni amigos que me correspondan, sólo deseo un cielo como techo y un camino para los pies de tantos delincuentes que entre todos no le permitimos conocer.