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sábado, 11 de julio de 2009

Prosa poética

Atardecer en la sierra de Córdoba

Cielo, divina filigrana de nubes negras, grises, blancas... Silencio y soledad.
Sierra, corazón salvaje de jaras, matorrales.., pinares que laten en abismos, yermos, valles...
Aire fresco que aletea por entre las ramas de los frutales en un sonoro, místico y nostálgico misterio que rememora el oleaje de playas en calma.
Ladridos lejanos, ruido alto de un avión, canto ancestral de gallos, chirriar de pozos, arrullos de palomos...

Y encinas, chaparrales, tomillo romero…

Y yo aquí, estática, elemento insignificante del paisaje, atenta, dócil, agradecida... vigilo, asisto al óbito lento que va segando verdes en reverente sintonía con el crepúsculo que de tonos violáceos va tiñendo el horizonte.

Sí; quiero inundarme de luz, de cielo, de verdes, negros, blancos...
Quiero que me posea este rincón de la tierra donde los ecos del silencio reverberan palabras, gestos, amores que me siguen latiendo cálidos, izando alas a mis más puros sentires.
¡Dios cómo se agita mi alma en torrente de lágrimas y sonrisas! ¡Ecos, si, tan lejanos..!
Éxtasis de Ángelus crepuscular. Momentos mágicos que quisiera plasmar en el lienzo de la historia, con el pincel, recóndita brisa de mi alma, blanca luna de mar llena

Pasa el cielo, pasa el día, pasan pájaros... Llega la noche.

Apresúrate, amigo. Escuchemos juntos el lloriqueo del viento.
Compartamos el ritmo de los últimos compases del día.
Vivamos un instante de felicidad en esta cascada de nostalgias sin remedio.

¡Dame tu mano! ¡Aprieta la mía! Estamos vivos y somos lo único todavía.
¡No tardes! Te espero porque sola… ¿Vendrás?

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