
Hoy se lo diría, había medido las palabras, tan sólo hacían falta unas pocas, bien escogidas; sencillas de entender y que no le hirieran demasiado.
Se asfixiaba ya con él.
Quién podía adivinar que cada noche, al volver a casa con la traición a cuestas, solo ansiaba encontrar a su marido y besarle en la mejilla dulcemente.
Sólo tres palabras bastaban: Aún le amo.
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