
Abatido,
Perdío en una extraña reacción.
Huelo tu sencillez, cabriolas mañaneras,
la brisa me impide desarropar las sábanas.
Abatido en la mañana,
despeino a las musas que osan visitarme,
otras esperan en una esquina,
ideando nombres de raza.
Me mudé a un noveno
para ver por dónde venían los besos.
Dejé tus cosas en su sitio, a la vista,
bebí un meditado sorbo de ausencia,
sentado sobre una escalera que sólo bajaba.
La vecina del tercero izquierda
subió para deshacerme la cama,
desahuciando la almohada de la duda,
cada mañana.
Escupían verdades, las náyades,
volaban sobre mi ciudad,
en un descuido.
2 comentarios:
Me encanta esa mudanza al noveno para ver de dónde vienen los besos, me gusta.
Un beso
besos mil para usted, señorita.
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