Hay veces en las que el lenguaje sugiere más que dice.
Entonces, lo simbólico —lo más propio del hombre—, adquiere especial relevancia.
Tu entrada, Manuel (“Página en Blanco” 27-Enero), expresión fantástica de lo real-imaginado, encierra todo el caudal de la fantasía onírica: “gramática de sueños”, “cordura de Alonso Quijano”, “diccionario de muecas”, “Lazarillos y Celestinas, de nuevo reinventados”…
Entonces, lo simbólico —lo más propio del hombre—, adquiere especial relevancia.
Tu entrada, Manuel (“Página en Blanco” 27-Enero), expresión fantástica de lo real-imaginado, encierra todo el caudal de la fantasía onírica: “gramática de sueños”, “cordura de Alonso Quijano”, “diccionario de muecas”, “Lazarillos y Celestinas, de nuevo reinventados”…
Parecieras querer ser un revivido Diablo Cojuelo para ver, desde lo alto, entre las oscuridades de las plomizas nubes, los sueños de las gentes que, a la par que son, se imaginan vivir como princesas prisioneras de monstruos, a la espera del caballero andante que “desface” maléficos entuertos de truhanes malandrines…
Negar a la vida la profundidad simbólica del sueño, de la ilusión, de la fantasía es, sencillamente, colocarla en el estante de las cosas inservibles, a las que le falta el alma. Este anaquel —el de las cosas sin alma— es numeroso entre los que no sueñan, quizás porque no viven.
Manuel, tu comentario a la entrada de Antonio Espinosa (“La realidad no es mi fuerte”, “La fantasía es mi fuerte”), rompe el guión lógico de lo real y coloca nuestra indagación en el ámbito del sueño. No hay aquí ningún “genio maligno” que nos haga percibir lo inexistente… Simplemente hay hombres que porque sueñan, son.
Negar a la vida la profundidad simbólica del sueño, de la ilusión, de la fantasía es, sencillamente, colocarla en el estante de las cosas inservibles, a las que le falta el alma. Este anaquel —el de las cosas sin alma— es numeroso entre los que no sueñan, quizás porque no viven.
Manuel, tu comentario a la entrada de Antonio Espinosa (“La realidad no es mi fuerte”, “La fantasía es mi fuerte”), rompe el guión lógico de lo real y coloca nuestra indagación en el ámbito del sueño. No hay aquí ningún “genio maligno” que nos haga percibir lo inexistente… Simplemente hay hombres que porque sueñan, son.
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