“No sabemos bien todo lo que cabe en un minué”, decía Eugenio d’Ors en una de sus glosas, pretendiendo elevar lo pequeño, lo fugaz de la danza, a categoría musical del siglo XVII. El minué, cierto, expresaba el orden y la elegancia de la estructura rítmica. Era danza cortesana y solemne que, con una breve duración temporal, manifestaba toda la vida palaciega, refinadamente social, de la Francia de Luis XIV.
Fernando, hoy, en sus microrrelatos, nos escribe la partitura de un nuevo minué sugerente, a la vez que ingenioso. Como en danza fugaz la vida se describe con arpegios de un lenguaje rimado siempre con ironía e ingenio. Cada microrrelato se desarrolla en movimientos rítmicos de humor y de ironía fina. En sus líneas-arpegio va apareciendo lo oculto, pero a la vez patente, de lo que nos rodea. Con un mirar desenfadado, inteligente, irónico, veía ayer las cosas Ernest Hemingway. Freud, a su vez, las escrutaba con visión analítica. Tú, Fernando, entre estos dos patrones, las recreas, ahora, con tu decir poético profundo,
Estos microrrelatos son, además, obras de tracería: muestran combinaciones, figuras ingeniosas, visiones trascendentes, que delinean hermosos decorados, ornamentados con figuras de la vida más trivial y sencilla. Lo cotidiano se esculpe con visión de ornamento. Pero no se trabaja ahora con la piedra; se labra en palabras.
El medido estilo de los microrrelatos, refleja con una percepción intuitiva y rápida la ondulación diaria de lo que nos sucede. Todo aquí se transforma, igual que un acabado arco de tracería, en realidad expresiva que habla tras la dura piedra y sabe esculpir con mano artista la belleza que siempre existe tras lo quizás vulgar de cada día.
Fernando, hoy, en sus microrrelatos, nos escribe la partitura de un nuevo minué sugerente, a la vez que ingenioso. Como en danza fugaz la vida se describe con arpegios de un lenguaje rimado siempre con ironía e ingenio. Cada microrrelato se desarrolla en movimientos rítmicos de humor y de ironía fina. En sus líneas-arpegio va apareciendo lo oculto, pero a la vez patente, de lo que nos rodea. Con un mirar desenfadado, inteligente, irónico, veía ayer las cosas Ernest Hemingway. Freud, a su vez, las escrutaba con visión analítica. Tú, Fernando, entre estos dos patrones, las recreas, ahora, con tu decir poético profundo,
Estos microrrelatos son, además, obras de tracería: muestran combinaciones, figuras ingeniosas, visiones trascendentes, que delinean hermosos decorados, ornamentados con figuras de la vida más trivial y sencilla. Lo cotidiano se esculpe con visión de ornamento. Pero no se trabaja ahora con la piedra; se labra en palabras.
El medido estilo de los microrrelatos, refleja con una percepción intuitiva y rápida la ondulación diaria de lo que nos sucede. Todo aquí se transforma, igual que un acabado arco de tracería, en realidad expresiva que habla tras la dura piedra y sabe esculpir con mano artista la belleza que siempre existe tras lo quizás vulgar de cada día.
1 comentario:
Tu comentario, amigo José Mª, empieza con danza, continúa con ritmos musicales y termina con la imagen arquitectónica del arco de tracería… Y yo pienso: ¡caramba¡ ¡Esto si que es un acabado de tracería!. Y al ver que todo lo levantas a mi alrededor, te digo sinceramente que me siento muy pequeñito en medio del Templo gótico…
Gracias, amigo, te voy a expresar algo de lo que me haces sentir con un microrrelato:
AMIGO
Cada vez que cojo el auricular del teléfono y marco su número, tengo la sensación de estar buscando, casi sin saberlo, a quien algún día lejano yo mismo he sido…
Publicar un comentario