Caminos de papel es un libro escrito con palabra sonora y, a la vez, con un entrecortado silencio íntimo. Por eso, vivir las impresiones de Faustina, es renacer en su guardada vida de niña y de mujer.
Cada impresión es un resumen de vida. Para recorrerlo Faustina ha utilizado la tracería de una palabra que siempre va más lejos de lo que el verbo dice. En estas impresiones se mira alrededor para sentir la vida, para vivir la sorpresa de quien descubre que en cada esquina del camino hay un paisaje íntimo.
En cada una de esas treinta y cinco impresiones del camino, suaves, musicales, de cuidadoso estilo, existe la ilusión, madura e infantil, de quien se asoma al sueño con la esperanza de atrapar con la mano una de las estrellas… Por eso, la huella, la pisada, marcada en el camino, con una rica melancolía esbozada en sonrisa, ha ido configurando un alma de mujer. Es imposible, al andar estos sutiles y profundos caminos, no reencontrarse con el sentir profundo.
Esa niña-mujer que mira desde el libro, borra, mientras mira la luz, la sombra de los años. Con su apariencia frágil, van contemplando, con un ritmo pausado, silencioso, las aguas de colores que brillan a su paso…
Como dije en las palabras que escribí al prologar este firme camino de papel, sólo nos queda ahora recoger con esmerado mimo el silencio del alma, al tiempo que su canto.
Gracias, Faustina, por brindarnos tan generosamente, con palabra certera, un trozo de tu alma.
Cada impresión es un resumen de vida. Para recorrerlo Faustina ha utilizado la tracería de una palabra que siempre va más lejos de lo que el verbo dice. En estas impresiones se mira alrededor para sentir la vida, para vivir la sorpresa de quien descubre que en cada esquina del camino hay un paisaje íntimo.
En cada una de esas treinta y cinco impresiones del camino, suaves, musicales, de cuidadoso estilo, existe la ilusión, madura e infantil, de quien se asoma al sueño con la esperanza de atrapar con la mano una de las estrellas… Por eso, la huella, la pisada, marcada en el camino, con una rica melancolía esbozada en sonrisa, ha ido configurando un alma de mujer. Es imposible, al andar estos sutiles y profundos caminos, no reencontrarse con el sentir profundo.
Esa niña-mujer que mira desde el libro, borra, mientras mira la luz, la sombra de los años. Con su apariencia frágil, van contemplando, con un ritmo pausado, silencioso, las aguas de colores que brillan a su paso…
Como dije en las palabras que escribí al prologar este firme camino de papel, sólo nos queda ahora recoger con esmerado mimo el silencio del alma, al tiempo que su canto.
Gracias, Faustina, por brindarnos tan generosamente, con palabra certera, un trozo de tu alma.
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