Son muchas las veces que a lo largo de estos años he podido repetir que en educación las teorías valen en razón de cómo las entendamos y cómo las apliquemos porque nada hay más práctico que saber manejar una buena teoría.
Hoy quiero referirme a la técnica que denomina Thomas Gordon mensajes del tú, práctica muy frecuente cuando tratamos de corregir o evaluar conflictos, mensajes con los cuales acusamos y provocamos en los alumnos, en los hijos, una reacción defensiva que impide que podamos ser escuchados.
Jamás un maestro/a, padre/madre deberían, ante unas malas calificaciones, por ejemplo, emplear expresiones como éstas: Eres un desastre; todo lo haces mal, etc. -mensajes del tú-, sino que por el contrario, estimularían, provocarían el diálogo, si dijesen: Esto lo puedes superar; tú eres bueno y lo demostrarás con un poco de esfuerzo, etc. -mensajes del yo.
Con ´mensajes yo´, la otra persona no se siente atacada y no tiene necesidad de defenderse y ello conlleva que pueda escuchar sin absurdas justificaciones.
A través de este tipo de mensaje personal, compartimos nuestra experiencia, fortaleza y esperanza. Por el contrario, los mensajes censurables referidos a segunda persona, tú, la imagen negativa se crea o refuerza y la reacción inconsciente es la de ser coherente, e identificarse y hacer gala de ´personaje´ que se le ha adjudicado.
De ahí que encontremos alumnos, hijos sordos y pasivos a nuestras largas retahílas de reproches a los cuales ya se han habituado con notable impotencia para superarlos, convencidos de que no lograrán satisfacer nuestras expectativas.
Antes de acusar, demos la oportunidad de rectificar, antes de censurar, mensajes alentadores de lo que confiamos y esperamos.
En la mirada de un niño puede haber odio, amor o indiferencia. Depende, ante todo, de lo que haya en la nuestra.
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